Una joven entre jóvenes

por Dic 10, 2015Blog, Nuestras historias, Vocaciones0 Comentarios

Cuando encontramos a nuestra hermana Pilar Neira, es casi imposible no conocer y encontrar también a otras y otros jóvenes. Aquí ella nos comparte su llamado a hacer algo más en la sociedad potenciando especialmente en la juventud fe, autonomía y responsabilidad.

Una joven entre jóvenes

Por: Hna. Pilar Neira, CCVI

Yo tenía 13 años cuando hice mi Primera Comunión. Fue un 25 de febrero 1984: un día muy especial porque además ese día nació mi última hermana. Sin saberlo este acontecimiento marco mi vida. El domingo siguiente yo, como toda adolescente, fui a Misa muy temprano queriendo recibir a Jesús. Cuando llegué a la Capilla no había ninguna persona presente. Yo entré y me senté en la primera banca. Luego escuché una voz que me decía: “buenos días, jovencita”; yo respondí: “buenos días, Padre”, y él me dijo: “no te han enseñado que cuando se entra en el Templo, hay que saludar al dueño de casa, que es Jesús Eucaristía”.

Allí descubrí que yo no comprendía la presencia de Jesús Eucaristía y con mucha paciencia el Padre, me explicó. Al terminar la Misa me llevó delante del Sagrario, lo abrió y me mostró el lugar donde se guardaba la Comunión. Yo me sentí muy emocionada.

Al salir de la Capilla yo hice un compromiso con el Señor: que yo sería catequista de niños(as) para enseñarles que Jesús está presente y se queda con nosotras(os) en la Eucaristía.

Así conocí a las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado en la Parroquia “San Francisco de Asís”, Chimbote. Para entonces, ya era catequista y pertenecía al Movimiento Juvenil donde nuestra asesora era la Hna. Teresa Conroy,CCVI.  La cercanía,la atención y la alegría de Tere, siempre me cuestionaron y ella me invitó a una jornada vocacional donde surgió la pregunta si yo deseaba ser misionera.

Cuando la Hna. Teresa me hizo la invitación yo tenía enamorado; estudiaba en la Universidad la especialidad de Administración y trabajaba para ayudar a mi familia después de la muerte repentina de mi papá. Para mi era imposible pensar en ser una religiosa por el contexto en que vivía, pero la invitación resonaba muy hondo en mi ser. Comprendí que la primera condición para seguir a Jesús era dejar mi enamorado y mi familia. Yo sentía que no podía hacerlo, me aferraba a pensar que ellos me necesitaban. Después de tres años de oración y discernimiento le respondí al Señor que “SÍ”.

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Tuve dos experiencias que me ayudaron a confirmar mi vocación. La primera experiencia tuve con un niño cuando visitaba los colegios para animar el mes misionero en mi parroquia. Lo que hacíamos era orar por las misiones y recolectar dinero para ellas. Cuando terminé la motivación, un niño se paró y me dijo:

“Yo no puedo dar dinero porque soy muy pobre; yo espero a mi mamá cada noche para saber si voy a comer; a veces mis compañeros y mi maestra me dan comida. Por eso no puedo ayudar.”

Entonces yo le dije: “pero tú puedes orar por las misiones” y el me contestó: “no sé rezar… pero tú me vas enseñar”. Al escucharle, se me partió el corazón y cuando salí del salón de clases mis compañeros(as) del grupo me dijeron: “vamos Pilar no te vas a quebrar ahora, nos faltan tres salones de clases para terminar.”

La otra experiencia fue en Cambio Puente cuando apoyé a nuestras Hermanas con la catequesis para niños(as) y jóvenes. Me impresioné la sencillez de vida de las Hermanas y servicio a los pobres. Ellas me cambiaron la imagen de religiosa que yo tenía. Su acogida y su acompañamiento me ayudaron a descubrir que Dios me llamaba y que yo me resistía a escuchar su invitación.

Así empezó mi contacto con nuestra Congregación y mi camino de entrega que me llevó a consagrar mi vida al Verbo Encarnado desde hace 23 años:

“Mi alma alaba la grandeza del Señor;…porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde servidora…” Lc 1: 46-48.


En el encabezado: Hermana Pilar Neira, CCVI.

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