Los padres de Guadalupe Moreno no podían saber, cuando la nombraron en honor a Nuestra Señora de Guadalupe, que algún día se convertiría en hermana y sierva de la Iglesia y de Dios. Según Moreno, Guadalupe es la fuente de espiritualidad y oración, “incrustada en nuestros corazones y en la memoria colectiva de los pueblos de las Américas. Muchas familias hispanas han inmigrado a los Estados Unidos con la imagen de Guadalupe en sus corazones”.
Moreno ha vivido acorde a su nombre a lo largo de su vida y ministerio, brindando orientación práctica a quienes atiende y siempre orando por sus necesidades.
Nacida en Tampico, Tamaulipas, un puerto importante en el Golfo de México, era la mayor de 8 hijos y creció en un hogar donde la educación y los valores cristianos eran una prioridad. Su llamado personal al convento llegó cuando estaba concluyendo su preparatoria a los 17 años. «Había visitado comunidades religiosas y en uno de los retiros espirituales estaba leyendo el Evangelio de Juan cuando Jesús llamó a sus primeros discípulos (1, 43.45) y dijo «Síganme». Esto me impacto y comencé a pensar: ¿Qué tal si Dios me está llamando a servirlo? Lo pensé por dos años y tomé la decisión. Quería dedicar mi vida a Dios.»
Nacida en Tampico, Tamaulipas, un importante puerto del Golfo de México, fue la mayor de 8 hijos y creció en un hogar donde la educación y los valores cristianos eran una prioridad. Su llamado personal al convento se produjo cuando acababa de terminar la preparatoria a los 17 años. “Había visitado comunidades religiosas y en uno de los retiros espirituales, (estaba) leyendo el Evangelio de Juan cuando Jesús llamó a sus primeros discípulos (1, 43-45) y Él dijo ‘Síganme’. (Esto) simplemente me impactó y comencé a pensar: ¿Qué pasa si Dios me está llamando a servirle? Lo pensé durante dos años y tomé una decisión. Quería dedicar mi vida a Dios.”
Moreno describe esta decisión como emocionante y alegre. “Fue como una aventura, el descubrimiento de una nueva vida”, recuerda. Había escuchado historias de las hermanas religiosas sobre los lugares donde habían vivido y las aventuras del trabajo misionero. “Las monjas siempre fueron personas muy amables. Eran jóvenes, parecían muy felices y llenas de entusiasmo. Fueron mi inspiración. Quería ser como ellas.»
Moreno ha servido en México, como maestra de primaria en Torreón, Coahuila, como directora de una escuela primaria en Tampico, Tamaulipas durante cinco años y en San Luis Potosí por dos años. Después fue maestra de español durante tres años en Our Lady of Guadalupe en San Antonio, Texas, una escuela parroquial bilingüe, antes de regresar a México como directora de la Escuela Normal Instituto Miguel Ángel en la Ciudad de México, preparando a alumnos para enseñar en escuelas primarias.Se unió a las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado en San Antonio, Texas. Están dedicadas a hacer del amor de Dios, como se muestra en la Encarnación, una presencia real y tangible en el mundo actual con misiones en México, Perú y Estados Unidos. Estudió durante varios años para prepararse para el ministerio y tiene una maestría en psicología y pedagogía, recibiendo certificados para enseñar en escuelas primarias y secundarias y para servir como directora.
La siguiente llamada de Moreno fue para trabajar en la Oficina Nacional de Educación para Escuelas Privadas, donde permaneció por tres años. «Era un trabajo muy emocionante, organizando e impartiendo cursos, conferencias y seminarios y participando en el Congreso de Educación a nivel latinoamericano y mundial», como lo relata.
Con esta amplia experiencia, uno bien podría preguntarse qué llevó a Moreno al Hart rural. La historia es que tuvo semanas libres durante el verano mientras trabajaba en educación y el Padre Ted Kozlowski, director de lo que ahora es el Ministerio Hispano de la Diócesis de Grand Rapids, la invitó a venir y servir con el ministerio para llegar a las comunidades de trabajadores agrícolas migrantes.
“Este era un mundo desconocido para mí”, recuerda. “Siempre viví en las grandes ciudades. Ahora descubrí la magnificencia de los bosques del norte, las carreteras con muy pocos autos y hermosos paisajes al borde de la carretera, la vista panorámica de grandes extensiones de tierra, las granjas con su gran variedad de verduras y frutas, la frescura de los productos y la ardua labor de los trabajadores agrícolas migrantes. Mi trabajo consistía en brindar servicios pastorales a las familias de los trabajadores agrícolas migrantes.» Al hacer este trabajo, se dio cuenta de lo esenciales que son estos trabajadores agrícolas para la economía rural. La Diócesis de Grand Rapids tenía un programa holístico para familias hispanas y específicamente para migrantes, así que, continúa, «Visité a las familias, las conocí y fui un canal para brindar servicios según sus necesidades».
Aprendió que las familias migrantes vienen al norte en busca de trabajo para sostener a sus familias y en ese peregrinar también están en busca de Dios. «Los migrantes son personas con una gran fe en Dios, muy orientados a la familia con grandes valores y un gran sentido de comunidad. Simplemente me enamoré de este trabajo.»
Después de haber trabajado como voluntaria durante dos veranos, el padre Ted la invitó a trabajar durante todo el año y, en 1986, aceptó venir por un año. Finalmente, pasó 33 años en este ministerio, trabajando como coordinadora de la Diócesis en el Ministerio Hispano y luego como subdirectora en los condados de Oceana, Mason, Newaygo, Lake y Muskegon, con una oficina en la Iglesia Católica St. Gregory en el centro de su actividad en Hart. Trabajó con los sacerdotes locales y se relacionó con el Consejo de Recursos para Migrantes de West Michigan y otras agencias para brindar servicios a familias hispanas y trabajadores agrícolas migrantes, reclutando voluntarios, creando varios grupos y capacitándolos para brindar una variedad de servicios en la parroquia y en el campamentos de migrantes, incluida la enseñanza de la catequesis, llevando abrigos, mantas y otros artículos necesarios a los campamentos y realizando servicios de oración.
Además, inició un programa semanal en St. Gregory’s con voluntarios. Brinda capacitación, genera comunidad y da la oportunidad de socializar, incluyendo una comida para toda la familia, así como clases de oración, canto y religión. «Me impresiona el deseo y la disposición de las familias para aprender acerca de Dio y la Biblia y la relación que tienen con Dios en sus vidas», Moreno enfatiza. Ha manejado este programa durante 20 años, excepto este último año debido al Covid-19.Cuando visitaba los campamentos de migrantes, brindaba información sobre los servicios y programas de la iglesia en español que la parroquia ofrece para ellos. «Su fe en Dios está arraigada en su cultura», Moreno explica. «Confían en su Iglesia. Para ellos, soy la mensajera de Dios.»
Cuando se jubiló de la Diócesis de Grand Rapids en octubre de 2018, el padre Tom Bolster, pastor de St. Gregory en ese tiempo, la invitó a trabajar de medio tiempo para la Parroquia en Atención Pastoral, aunque ella dice: «Trabajar en el ministerio no es un trabajo de medio tiempo.» Pero agrega: «Agradezco y disfruto la confianza de las personas que solicitan servicios, me siento muy complacida y realizada al servir a la comunidad hispana.”
Describe el último año como un capítulo triste y relata que, como muchos de nosotros, debido al virus perdió a personas cercanas que conocía y atendía. Como lo explica: «Mi frustración es que no pude visitar a la familia, consolar y orar con ellos como suelo hacerlo en este difícil momento.”
A pesar de su largo servicio, Moreno todavía tiene metas para el ministerio en el futuro. Espera integrar mejor a la comunidad hispana en la vida de la parroquia y la sociedad, reafirmar el llamado al bautismo de los feligreses hispanos adultos en St. Gregory’s y compartir el amor sanador de Dios por la humanidad. También quiere compartir la fe que es la herencia de los antepasados hispanos y la esperanza de que sus vidas y su futuro puedan mejorar. Para lograr estos objetivos, reclutará, capacitará y apoyará a voluntarios para programas y actividades relacionados con el Ministerio Hispano. “Estas metas son muy ambiciosas (y) no se cumplen en un mes o en un año, pero creo que (esto) es la base de sus vidas ahora y para el futuro”, declara Moreno.
Finalmente, Moreno comparte que nunca se ha arrepentido de convertirse en hermana porque, como ella lo dice: «Estoy segura de que es lo que Dios quiere que yo sea y me siento privilegiada al ser llamada por Dios para servirle a él y a su gente. Disfruto el trabajo. Es muy gratificante.”
Me encanta que una Hermana mía CCVI, Lupita Moreno Castilleja, tenga la rica experiencia de un pasado , presente y futuro lleno de significado personal de su consagración y pleno de servicio pastoral, en especial hoy, con los migrantes que son un fuerte signo de nuestro tiempo, al dedicarles un servicio que no se acaba ni en extensión ni en tiempo, y pide la expresión de misericordia que nos ha de marcar con fuego en la Misión de Jesús. Muchas gracias Lupita, por inspirar congregacional y eclesialmente este campo de misión, como religiosa y como mujer líder, acompañando a nuestros hermanos y hermanas con fuertes necesidades, dando al pueblo lo mejor de ti.
¡Muchas gracias por estas palabras, María Teresa! ¡Bendiciones!