El Evangelio de Lucas nos narra con encantadora sencillez el gran Misterio de la Encarnación del Verbo. El Misterio del Hijo de Dios que toma nuestra carne cálida y mortal en las entrañas de María.
El Misterio de la Encarnación es el fundamento de nuestra Espiritualidad, nuestro Carisma y de nuestra Misión.
Por la Encarnación encontramos a Dios dentro de nosotros mismos y en nuestra vida diaria, en nuestra propia interioridad donde Él quiso poner su morada para siempre.
La Encarnación tiene enormes consecuencias: por ella en realidad toda carne es sagrada, todo dolor es dolor del Verbo y todo sufrimiento es Dios que se desgarra con el que sufre.
Después de leer a Lc: 1,26-38, hagamos un momento sagrado de silencio, para dejar que la Palabra de Dios penetre en nuestro corazón, en especial la respuesta de María al proyecto de Dios. “ Yo soy la sierva del Señor, hágase en mi lo que has dicho”. Y consideremos el privilegio de poder dar nuestro sí a Dios como ella. Un sí que impregna de amor y de entrega nuestra vida, nuestras relaciones y nuestro servicio de todos los días.
Estamos llamadas a expresar la compasión de Dios, que sana y que consuela, que afirma el valor de la vida. Lo sagrado de la vida humana. Y así hacer presente y tangible el amor misericordioso de Dios como se manifiesta en la Encarnación. Esa es nuestra entrañable Misión.
Por S. María de Lourdes Urrutia Chávez.
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