Compromiso y Contemplación son dos aspectos complementarios de la Espiritualidad de la Encarnación.
El Nuevo Testamento radicaliza y prolonga la experiencia de Dios en la historia, por la Encarnación del Hijo de Dios en Jesús de Nazaret. A partir de entonces, como Dubuis, discernimos en el sufrimiento de los hombres y de las mujeres la actualización de la pasión de Jesús, y nos sabemos comprometidas con el dolor del mundo.
Hay además otra vertiente mística de la Espiritualidad de la Encarnación, que es claramente contemplativa. Afirma que tanto el Verbo como el Espíritu tienen que ver con el misterio de la creación.
El Verbo recapitula por la Encarnación al universo entero. Esta convicción llevó ya a los antiguos a hablar del Cristo Cósmico y de la acción del Espíritu en las energías del universo y de la vida. Esta omnipresencia fue vivida por San Francisco de Asís que veía en cada ser de la creación desde el sol y la luna, hasta los pájaros y el caracol del camino, como Sacramento de Dios y como hermanos y hermanas.
La Encarnación, entonces, es Dios compartiendo su tesoro. En la plenitud de los tiempos se lo entregó a María. Y María es el símbolo de la humanidad y de mi persona. Estoy llamada a encarnar al Verbo, a vivir el Misterio que se realiza en Maria.
El Padre me entrega a su Verbo, como al Amado. Me pensó para ser junto a su Hijo. Sí todo fue creado para El, yo nací para El. Me lleva a reverenciar a mis semejantes y a reverenciar a la creación.
NOSOTRAS COMO CONGREGACIÓN CCVI EN TODAS SUS FORMAS DE COMPROMISO, queremos celebrar la vida. Reconociendo la presencia del Misterio que atraviesa toda la creación. Reconocer al Verbo Encarnado, Cristo Cósmico, corazón del Universo. Queremos vivir entregadas a Él, humildemente al lado y junto a los demás seres y al mismo tiempo responsables y co- creadoras con Él. Con una mentalidad ecológica y solidaria.
Por: Sor Lourdes Urrutia.
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