«No me sirve ir a misa»

por Oct 23, 2019Blog, Palabras para la Vida0 Comentarios

“No me sirve de nada ir a la misa», alguien me dijo una vez: «sales de la misa con lo que tú pusiste». Esto tiene más sentido con una teología más informada de la Eucaristía. Cuando entendemos la Eucaristía, y nuestra participación, como la oración pública de la Iglesia, tendemos a «sacar» más provecho de la misa.

Cuando vamos a la Misa, participamos en una oración oficial y pública de la Iglesia. Ir a misa no es un asunto privado; rezar en la misa, es orar por las necesidades de todo el mundo. Nos reunimos en comunidad, como un cuerpo de creyentes, orando no por nuestras intenciones personales, sino por las necesidades de todo el mundo. Esto es particularmente evidente en la “Oración Universal” o, las “Oraciones de los Fieles”. Por eso es importante que estas oraciones sean cuidadosamente preparadas y oradas.

Además, si entendemos la estructura simple y genial de la Misa, nuestra participación se convierte en una experiencia más profunda y significativa. Escuchamos la Palabra de Dios proclamada. Creemos que cuando la Palabra se proclama en la Liturgia de la Palabra, Cristo está verdaderamente presente, tan presente como Cristo está en el pan y el vino consagrados, el cuerpo y la sangre. Escuchamos la Palabra de Dios por lo que estamos obligados a actuar, a ser Jesús en el mundo. Después de que nos alimentamos con la Palabra, entonces nos alimentamos en la mesa, por la misma razón. Agustín dijo: “te conviertes en lo que comes”. Recibimos a Cristo y nos convertimos en Cristo en el mundo.

Este es el corazón de la espiritualidad encarnacional. Jesús se convirtió en uno de nosotros, para mostrarnos cómo llevar adelante el Reino de Dios. El Reino es ahora, pero todavía no. Depende de cada uno de nosotros y nosotras trabajar para ser el Reino de Dios hoy.

¿Crees que nos alimentamos con la Palabra y con el Cuerpo de Cristo para ser el Cuerpo de Cristo en el mundo?

¿Puedes ver tu participación en la misa como un beneficio para todo el mundo?

Por Sor Mary C. Henry.

 

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