Es consolador para nosotros saber que Jesús puede venir a nuestro barco cuando las tormentas de la vida lo agitan. Estas tormentas ocurren cada día en nuestras familias, en nuestra ciudad, en nuestra nación y en el mundo. Y sin importar lo inquietantes y aterradoras que sean, podemos contar con el compromiso del Señor de estar con nosotros, como personas y como comunidades.

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