…Conforme avanzaba la obra en la Capilla, era cada vez más evidente para las Hermanas que la Reverenda Madre no viviría mucho tiempo. La enfermedad diagnosticada a principios de 1905 había avanzado tanto que se había renunciado a toda esperanza de alivio. Cuando se informó a la Reverenda Madre de su condición, silenciosa y alegremente empezó a prepararse a morir. La paciencia con la que soporto los sufrimientos más intensos fue un ejemplo para todos los que la visitaban. Tenía una sonrisa y una palabra de aliento para cada una de las hermanas y no dejaba de recordarles que pusieran en las manos de Dios toda la gloria que la Congregación había alcanzado.

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