Primera Semana de Adviento

El Domingo pasado marcó el inicio del hermoso tiempo de Adviento, un período en el que la Iglesia nos invita a hacer una pausa, reflexionar y preparar el corazón para la venida de Cristo. Al encender la primera vela de la corona de Adviento, entramos en un tiempo lleno de expectativa y serena
esperanza, renovando una vez más nuestra confianza en la promesa del Emmanuel, Dios con nosotros.
En ese mismo espíritu, esta reflexión retoma el Primer Domingo de Adviento y el significado que se entreteje en los signos, colores y rituales que nos acompañan a lo largo de estas cuatro semanas sagradas de espera.
Al igual que la Cuaresma, el color litúrgico del Adviento es el morado, que simboliza un tiempo de preparación mediante la oración y la reflexión, así como el sacrificio y las buenas obras, para descubrir todo aquello que nos separa de Dios y de los demás, y ayudarnos a desprendernos de lo que nos impide amar a Dios y al prójimo.
Uno de los símbolos más comunes y reconocidos del Adviento es la corona, formada por un círculo de ramas verdes en el que se colocan cuatro velas, que representan las cuatro semanas del Adviento. Tres velas son moradas y una es rosa.
Las velas moradas simbolizan la oración, la reflexión, el sacrificio y las buenas obras. La vela rosa se enciende el tercer domingo —el Domingo de Gaudete—, Gaudete significa “alegría”, porque hemos llegado a la mitad del Adviento, cuando nuestra preparación está ya a la mitad del camino y estamos cerca de la Navidad.
El encendido progresivo de las velas simboliza la expectativa y la esperanza que rodean la primera venida al mundo del Verbo Encarnado. Si bien cada vela corresponde a un Domingo del Adviento, aún es propicio comenzar este trayecto de preparación que nos orienta, con corazón vigilante, hacia la celebración de la Navidad.
Bendición de la corona de Adviento:
Dios bondadoso,
te alabamos por tu Hijo, Jesucristo:
Él es Emmanuel, la esperanza de los pueblos,
Él es la sabiduría que nos enseña y guía,
Él es el Salvador de todas las naciones.
Dios de amor,
derrama tu bendición sobre nosotros
al encender las velas de esta corona.
Que la corona y su luz
sean signo de la promesa de Cristo de traernos la salvación.
Que él venga pronto y no tarde.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
R/. Amén.
Primer Domingo de Adviento:
L En días venideros,
la montaña de la casa del Señor
será establecida como la más alta montaña
y se alzará sobre las colinas.
R Hacia ella confluirán todas las naciones;
muchos pueblos acudirán y dirán:
«Vengan, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob,
para que Él nos instruya en sus caminos
y nosotros sigamos sus senderos».
L Porque de Sion saldrá la enseñanza,
y de Jerusalén, la palabra del Señor.
Él juzgará entre las naciones
y será árbitro de muchos pueblos.
R De sus espadas forjarán arados
y de sus lanzas, podaderas;
no alzará la espada nación contra nación,
y ya no se prepararán para la guerra.
ALL Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.

