Acompañando Migrantes

Horizonte Amplio – Dimensiones Infraestructura y Educación…

Adriana Calzada, CCVI, cuenta que empezó a acompañar a los migrantes cuando estuvo estudiando en la Universidad del Verbo Encarnado (UIW) en San Antonio. Fue durante los años de Covid, tiempo muy duro para todo el mundo y más todavía para los migrantes quienes caminaban desde los países de América Latina y México buscando cruzar la frontera a Estados Unidos con el anhelo de techo, trabajo y sustento para sus familias.

El liderazgo de la congregación invitó a Adriana, Barbara Naranjo, rectora de UIW, Martha Quiroga, de la Oficina CCVI de Comunicación y Desarrollo e Idalia Sánchez del equipo UIW de Diversidad, Equidad e Inclusión UIW para estudiar hacia donde encauzar los recursos humanos e instituciones en la congregación en pro de los migrantes. Al hacer un diagnóstico, se dieron cuenta de la infraestructura y la capacidad de buscar fondos que había en la congregación. Por consiguiente, formaron la Red por Migrantes, Inmigrantes y Refugiados (MIRN) vislumbrando cuatro áreas de trabajo:

  • Educación
  • Asistencia humanitaria
  • Comunicación y asesoría
  • Incidencia legal.

El equipo invitó a tres hermanas:  Sores Marisela Martínez, Jean Durel y Mary Margaret Bright, CCVI (quienes estaban acompañando a los hispanos migrantes en Estados Unidos) a echarles la mano para desarrollar una infraestructura solidaria e integrar equipos de trabajo de personas de tres países: Estados Unidos, México y Perú.

Al darse cuenta de lo que implicaba trabajar en estas cuatro dimensiones, poco después invitaron a Alejandra Buitron para coordinar todo el proyecto.

En el 2021, el primer año de operación de la Red, todavía en plena pandemia, se dieron cuenta de los enormes retos que se confrontaban en los albergues en cuanto conseguir recursos y personal voluntario para atender a los migrantes. Pidieron fondos de emergencia de Hospitales Christus. Al recibirlos, las hermanas Guadalupe Ruíz y Bertha Flores quienes trabajaban con migrantes hispanos en varios pueblos en Missouri armaron y distribuyeron kits de medicamentos. A la vez establecieron lazos fuertes de colaboración con el Hospital Christus en Colombia y sensibilizaron al personal médico en cuanto la situación y las necesidades de los migrantes.

Optaron además, por educar hacia adentro. Organizaron webinars de concientización. Invitaron al personal de las escuelas, colegios, centros universitarios CCVI y hospitales Christus. A la vez abrieron los webinars al público en general. Con el tiempo fue disminuyendo la asistencia a la concientización por Zoom.

En la segunda fase del proyecto, identificaron centros de atención a migrantes, congregaciones religios@s y organizaciones de índole social de ayuda a lo largo de la frontera mexicana-estadounidense e integraron una red de servicios a migrantes. Luego se concentraron en pedir fondos de la Fundación Hilton y al recibir los fondos se afanaron en distribuirlos entre albergues y centros de apoyo a migrantes, según la necesidad y el alcance de la misma.

Alejandra, Adriana y Bertha…

visitando albergues por la frontera E.U. con México.

Afán de Trabajar en un Albergue

Esa experiencia de colaborar a nivel planificación y administración, llevó a Adriana a querer ahondar más en la realidad de los migrantes. En el 2023, optó por ir a Chiapas a trabajar en un albergue diocesano. Ahí se integró con el equipo coordinador de Hermanas Vicentinas y se dio cuenta a primera mano de la apremiante necesidad de recursos en especie y personal. Aunque recibieran ayuda del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para sostener una trabajadora social y una psicóloga, en realidad era poco lo de ACNUR y cada seis meses ACNUR recortaba.

En el albergue, impartieron sesiones con las mujeres sobre el autocuidado frente la realidad de la violencia generalizada. Contó Adriana que los migrantes llegaban al albergue muertos de cansancio. Lo más importante para ellos al llegar, era bañarse, comer y descansar. Los migrantes le platicaban de la mala economía en sus países de origen, de las sequías e inundaciones, de la violencia de las pandillas, del crimen organizado y del cobro de piso. Comentaban que lo más difícil de todo eso fue el crimen organizado en México. Vieron muchos muertos y enfermos por el camino. Los hombres en su mayoría, al llegar, tenían prisa de seguir adelante. Solían lavar la ropa lo antes posible para que se secara pronto. Se dio cuenta Adriana que muchos de ellos ya habían pasado por ahí en años anteriores.

Un día llegaron de Venezuela, un niño de nueve años con su hermanita y sus papás. Le comentó que fue día y medio para atravesar el Paso del Darién. Contó a Adriana que tenía un perrito. Pero al no ver el perrito, Adriana le preguntó dónde estaba. La respuesta del niño la estremeció. Dijo que su tío lo había llevado en avión a Estados Unidos “para que no pasara lo que me pasó a mi.”

Mientras trabajaba en el albergue en Chiapas, dos comunidades religiosas, las Hnas. del Buen Pastor y las Teresianas se sumaron fuerzas para apoyar a migrantes en Costa Rica. Al conocer a Adriana, la invitaron a trabajar con ellas. Por eso, actualmente Adriana forma comunidad con ellas y trabaja en Costa Rica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hnas. Reina, Claudia y Aida con Adriana

Cuenta Adriana que la mayoría de migrantes que llegan a Costa Rica son de Venezuela y vienen de haber cruzado el Paso Darién. Otros migrantes vienen de Eritrea, Afganistán, China, India, Irán, Cameron y Haití. El gobierno de Costa Rico construyó un refugio temporal muy grande cerca de donde viven las hermanas y canaliza a todos los migrantes ahí. No deja entrar voluntariado de organizaciones, parroquias o congregaciones. Tiene a los migrantes detenidos y encerrados en el refugio y les pide dinero, si es que lo tienen y si no, tienen que trabajar por su manutención y para pagar el camión asignado para llevarlos al siguiente país hacia el norte.

Cuando se deja salir a los migrantes del refugio para seguir su camino al norte, las hermanas les llevan kits con jabón, pasta de dientes, pañales, etc., Llegan a un pequeño paradero en el camino que está a dos horas al pueblo en donde viven. Ahí en el paradero los camiones se paran por solo un rato. Hay un restaurante ahí y las hermanas procuran juntar fondos para pagar la comida para todos, al dueño del restaurante. Comenta Adriana que los migrantes llegan desorientados. Las hermanas les dan los kits y les orientan, brindando información acerca de donde están y hacia donde los están llevando.

En cuanto por donde seguir apoyando, Adriana identifica cuatro objetivos de su comunidad: seguir con la ayuda humanitaria; canalizar a algunos migrantes a un hogar que tienen las Hnas. del Buen Pastor en San José, capital de Costa Rica, (a quienes vienen recomendados por los jesuitas que tienen un servicio de asesoría legal en la ciudad fronteriza de Paso Canoas). Tercero, atender a los niños lo más que puedan y cuarto, buscar voluntarios locales.

 

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