Vivimos en tiempos de un movimiento increíble, de personas, bienes, ideas y desafíos.
Seguramente ha habido épocas en la historia en las que se desplazaron a millones de personas, pero la escala, los riesgos y las respuestas son una novedad de nuestros tiempos. El Papa Francisco nos ha llamado a ser una “Iglesia en salida”: una iglesia que siempre está “saliendo”. Y tenemos que salir en muchas circunstancias… salir de nuestras zonas de confort, de lo que sabemos, salir de nuestros propios desafíos. Esta invitación se volvió muy clara para mí en estas últimas semanas. Acabo de regresar de un largo viaje al extranjero que incluyó la visita anual de la LCWR a la Santa Sede, el Seminario sobre Eclesiología de la CHA [Catholic Health Association – Asociación Católica de Atención a la Salud], y la peregrinación a Roma y a Lyon de nuestro sistema co-patrocinado de salud CHRISTUS-Health. No me sorprende tener todas las señales de una peregrina vuelta a casa: cansancio y desorientación, y, ¡qué decir de los zapatos desgastados del camino!
En cada paso del viaje, caí en la cuenta que la distancia es necesaria para lograr perspectiva. Necesitamos “salir”, caminar o simplemente “movernos”, para ver nuestro llamado con mayor claridad. Los relatos de la vida religiosa están llenos de mujeres valientes que se “movieron”, dejaron su entorno familiar, se entregaron a la misión con convicción y emigraron a los rincones lejanos del mundo. ¿Cómo vamos a participar hoy en estos momentos de tanto movimiento? ¿Podemos al menos alejarnos un poco de nuestras propias convicciones?
Durante las visitas de la LCWR, participamos en una audiencia papal. Al escuchar el mensaje del papa Francisco repetido en un idioma tras otro, saludando a peregrinos de Colombia, Polonia, Francia, Corea, Canadá y los Estados Unidos, de repente reconocí lo “pequeña” que puede ser mi imagen de la Iglesia. Somos una comunidad que va más allá de nuestro idioma, raza o cultura; más allá de nuestros nacionalismos. Una comunidad llamada a la unidad por la alegría del mensaje Pascual. Esta realización te sobrecoge cuando te sabes una simple peregrina entre muchos otros de todas partes del mundo.
El programa de la CHA me llevó a Asís, donde sentí que estaba escuchando la historia de Francisco y de Clara por primera vez. Por supuesto que el hermoso y fresco día de la primavera en Umbría y las flores en todas partes me ayudaron. En verdad puede uno sentir por qué Asís es la Ciudad de la Paz. Pero los peregrinos que me acompañaban, los hombres y mujeres que colaboran las instituciones de salud católica, me conmovieron hasta las lágrimas ante la tumba de San Francisco: su disposición para aprender, para dar testimonio del ministerio sanador de Jesucristo, su apreciación por nuestra herencia, y nuestra historia, su compromiso con nuestra fe, me hicieron reconocer que todos somos peregrinos en el camino.
Y finalmente, al estar en a los lugares sagrados de nuestra historia congregacional- aprendiendo sobre la convicción y la resiliencia de nuestros fundadores- me sobrecogió el asombro por su “valentía”. Reggie, un amigo que conocí en el viaje, compartió que la famosa poeta afro-americana Maya Angelou había afirmado que la valentía era el rasgo de carácter más importante que necesitaba tener una persona. Y al arrodillarme en esa Tierra Sagrada, el lugar mismo donde nuestras hermanas tomaron la decisión de salir a América, mi oración fue para pedir por su valentía; para que nosotras también tengamos el valor de movernos, como lo hicieron ellas, para que nosotras también estemos llenas de la convicción que el Evangelio es mucho más importante que cualquier adversidad, complicación o ideología.
Espero que todas experimentemos la perspectiva de un peregrino, y regresemos a casa listas para movernos… ¡una vez más!
0 comentarios