La Eucaristía

por Jul 29, 2019Blog, Reflexiones0 Comentarios

… el gran misterio del amor

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“Como las plantas viven de luz, nosotros vivimos bebiendo de esa fuente del Amor.

La Eucaristía es un misterio recibido, es una acogida personal de fe y de gratuidad en la comunidad humana.”

Al adentrarnos en el misterio eucarístico, estamos entrando en el terreno más sagrado y maravilloso que Dios nos ha regalado al suscitar esa nueva «maravilla» que llegamos a obtener del pan partido no sólo como alimento espiritual sino incluso el único alimento para seguir viviendo con ánimo, entrega y espíritu de servicio.

La Eucaristía es el corazón de nuestra vida, de nuestra espiritualidad.

Como las plantas viven de luz, nosotros vivimos bebiendo de esa fuente del Amor. La Eucaristía es un misterio recibido, es una acogida personal de fe y de gratuidad en la comunidad humana.

Es ese don que suscita el estupor de un Dios en nuestras manos y la gratuidad de un regalo inmerecido… esta en el culmen de nuestra experiencia religiosa y nos permite palpar el hecho de encontrarlo en la cotidianidad de la fe y de la vida de todos. Reflexionar sobre la Eucaristía, nos prepara el terreno espiritual para el seguimiento de Cristo y a experimentar el camino hecho a menudo de luces y sombras, de fe y duda, en el descubrimiento a veces desgarrador, de la propia fragilidad humana; pero en una perspectiva salvífica, en la que incluso el dolor adquiere un sentido.

La presencia eucarística es una presencia con la que Dios regala a su creación y especialmente comunicando su ser divino a las personas en amor.

Para nosotros, la presencia eucarística transmite un ardor especial, llegando a compararlo con un sol que calienta sin quemar, por eso, al colocarnos ante su presencia recibimos todo el fuego poderoso de su Espíritu.

Nos da la gracia de sabernos acompañados y de mantener una conversación íntima con Aquél que sabemos nos ama.

Está dentro de nosotros como aliento divino en el santuario de nuestro cuerpo, y ello nos permite llevarle a nuestros hermanos, convirtiéndonos en pan partido y compartido, pues nosotros llevamos al altar nuestra vida entera, para ofrecerla con el vino y el pan en donación completa para el bien de nuestros hermanos que sufren y tienen hambre y sed de justicia y de paz.

Vivamos pues inmersos en este gran MISTERIO DEL AMOR.

Por S. Martha Estela Pérez.

 

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